día 18 del 'omer, Netsaj de tifEret (seguimos el orden de Pirkei Avót 6,5): La correcta medida de cada cosa, la acomoda en el puzzle de modo que se perpetúe, la torna posiblemente eterna. El más humilde en sus necesidades y placeres, podrá declarar como en Tehilim: "Sólo el bien y la piedad me perseguirán todos los días de mi vida, y retornaré para asentarme en la morada de Hashém por largos días". Dotamos a tifEret de las herramientas para incidir en este mundo; abrimos un canal desde la Torah en tifEret, para revelar la Presencia Manifiesta de Hashém en la sefirah de Maljút, donde la acción tiene lugar.
Dieciocho es el valor numérico de la palabra "jai" חי, vivo. Y no hay verdadera vida que no sea vida eterna. Sostiene nuestra mishnah que el tikún de hoy debe ser realizado "reduciendo la cantidad de deleite", y señala rav Kehati en relación a los deleites físicos: "que en pequeña cantidad son buenos, y en gran cantidad son mal". Una regla que aprendimos para la salud de cuerpo y alma: no hay casi nada que sea malo en sí mismo, sino que el modo y la cantidad y la oportunidad y la intención, y qué le precede y le sucede, modifican y determinan el valor de lo que sea entre el positivo y el negativo, entre el mal y el bien. Y quien reflexione al respecto, comprenderá sin duda. Lo más sagrado puede resultar en lo más profanatorio, y lo más aparentemente ingominioso puede que sea en realidad revelación de kedushah sublime.
Reduciendo la cantidad del deleite (y al reducir la cantidad, atendemos mucho más a la calidad), arreglamos las herramientas necesarias para llevar al Bien a triunfar en toda lucha o litigio; y al deleitarnos en la maravilla permanente de la creación, atraemos sobre nosotros vida eterna. Reducir en cantidad nuestra pretensión de gozo y deleite, es reducir la "voluntad de recibir con el objeto de engordar", y cambiarla por voluntad de recibir para incidir con bien. Y para atraer a la luz de tifEret a que fluya eternamente hacia nosotros, nos toca trabajar en reducir nuestra pretensión de deleite, y estar listos a advertir los manantiales que estuvieron siempre ahí para nosotros, y sólo ahora, que estamos curando el corazón, nos volvemos capaces de ver.
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