Pinjás, aliah de shabat kodesh, Maljut en la semana. Bamidbar-Num. 30,1: "Y dirá Moshéh a los hijos de Israel, de acuerdo a todo lo que Ordenó Hashém a Moshéh".
Moshéh detenta la función de Mashíaj, en la práctica es un rey. Y un rey judío no es déspota y dictador y soberbio y amante de los placeres mundanos, y sediento de riqueza y poder y jamás satisfecho, al estilo de muchos reyes en la historia humana (y de mandatarios tantos también de Israel, a nuestro pesar tantas veces hasta hoy). Un rey judío, un potencial mashíaj de Israel, un gobernante de nuestro pueblo, se espera de él que sea, ante todo, íntegro, receptor perfecto para la revelación de Divinidad en forma de justicia, bienestar, shalóm y solidaridad y unidad y fraternidad que reinen en su reino ("se espera de él", o sea que tiene el deber de trabajar sobre sí mismo en ello cada día de sus días, y contar con quien lo supervise al respecto). Por la naturaleza de su cargo, detenta el gobierno de lo más espiritual del mundo material, desde una influencia recíproca continua con lo más cercano a densidad en el mundo espiritual. Y he aquí verdaderamente su valor: "Y dirá Moshéh a los hijos de Israel" ("vaióMer moshéh El bnei israEl" = 1236), es lo (Devarim-Deut. 19,10) "que Hashém tu E-lokím te Da en heredad" ("Ashér Hashém E-lokéja notén lejá najaláh"). Esto es: precisamente en lo que Moshéh dice a los hijos de Israel, allí está el núcleo y la esencia de la heredad que recibimos del Creador: en las palabras de su voz. De todos los verbos hebreos relacionados a la expresión en voz, justo el usado aquí en la expresión "vaiómer" = "y dirá", es el que crea realidad, como cuando "y dirá E-lokím (...)" y será luz. Todo cuanto Moshéh diga a los hijos de Israel está destinado a crear en nosotros la conciencia correcta, la sintonía cognitiva conveniente para la labor de tikún-enmienda, de gueUlah-redención; y ésta es la heredad, el tesoro preciado y exclusivo, que halla expresión colectiva terrenal en el establecimiento del pueblo de Israel en su tierra, desde su expresión espiritual que incide en producir shalóm desde el shalóm propio.
Moshéh dirá al pueblo de Israel "como todo lo que Ordenó Hashém a Moshéh" ("kejól Asher tsiváh Hashém Et moshéh" = 1444), que remite al apego a la verdad desde el amor, como está escrito (Tehilim 119,163) "Tu Torah amo" ("toratjá Ahavti"), y así a la puerta que este amor abre a quien lo vive íntegramente: con ella abierta, la vida material opera continuamente a modo de milagro revelado, a modo de (Ezra 9,15) "Y pan de los cielos les darás" ("veléjem mishamáim natatáh lahém").
Visto con precisión, lo dicho por Moshéh al pueblo de Israel es como todo lo que "Ordenó Hashém a Moshéh" ("tsiváh Hashém Et moshéh" = 873). ¿Y qué ordenó Hashém a Mosheh, sino (Reyes2 6,23) "venir EN la tierra de Israel" ("labó beErets israEl")?. Para recibir la parcela prometida, no se viene "a" la tierra de Israel (etapa a que el propio Mosheh está aún por arribar), sino que se viene "en ella", con las cualidades y singularidades de la tierra de Israel grabadas en el corazón, para no desviarnos de su influencia bendita. El derecho a establecernos en la tierra, en cualquier punto de la tierra, está sujeto a que nos constituyamos en aquéllos a quienes la tierra fue prometida en heredad, una unidad consolidada todo Israel, que se conduce como (Shemot-Ex. 19,6) un reino de sacerdotes para todos los pueblos y un pueblo sagrado, luz para las naciones porque cuidamos y expandimos (Bereshít-Gen. 18,19) el camino de Hashém de hacer justicia misericordiosa y juicio justo, implantando y dando ejemplo de caminos de un shalóm que se sustenta en la justicia y el amor.
Moshéh detenta la función de Mashíaj, en la práctica es un rey. Y un rey judío no es déspota y dictador y soberbio y amante de los placeres mundanos, y sediento de riqueza y poder y jamás satisfecho, al estilo de muchos reyes en la historia humana (y de mandatarios tantos también de Israel, a nuestro pesar tantas veces hasta hoy). Un rey judío, un potencial mashíaj de Israel, un gobernante de nuestro pueblo, se espera de él que sea, ante todo, íntegro, receptor perfecto para la revelación de Divinidad en forma de justicia, bienestar, shalóm y solidaridad y unidad y fraternidad que reinen en su reino ("se espera de él", o sea que tiene el deber de trabajar sobre sí mismo en ello cada día de sus días, y contar con quien lo supervise al respecto). Por la naturaleza de su cargo, detenta el gobierno de lo más espiritual del mundo material, desde una influencia recíproca continua con lo más cercano a densidad en el mundo espiritual. Y he aquí verdaderamente su valor: "Y dirá Moshéh a los hijos de Israel" ("vaióMer moshéh El bnei israEl" = 1236), es lo (Devarim-Deut. 19,10) "que Hashém tu E-lokím te Da en heredad" ("Ashér Hashém E-lokéja notén lejá najaláh"). Esto es: precisamente en lo que Moshéh dice a los hijos de Israel, allí está el núcleo y la esencia de la heredad que recibimos del Creador: en las palabras de su voz. De todos los verbos hebreos relacionados a la expresión en voz, justo el usado aquí en la expresión "vaiómer" = "y dirá", es el que crea realidad, como cuando "y dirá E-lokím (...)" y será luz. Todo cuanto Moshéh diga a los hijos de Israel está destinado a crear en nosotros la conciencia correcta, la sintonía cognitiva conveniente para la labor de tikún-enmienda, de gueUlah-redención; y ésta es la heredad, el tesoro preciado y exclusivo, que halla expresión colectiva terrenal en el establecimiento del pueblo de Israel en su tierra, desde su expresión espiritual que incide en producir shalóm desde el shalóm propio.
Moshéh dirá al pueblo de Israel "como todo lo que Ordenó Hashém a Moshéh" ("kejól Asher tsiváh Hashém Et moshéh" = 1444), que remite al apego a la verdad desde el amor, como está escrito (Tehilim 119,163) "Tu Torah amo" ("toratjá Ahavti"), y así a la puerta que este amor abre a quien lo vive íntegramente: con ella abierta, la vida material opera continuamente a modo de milagro revelado, a modo de (Ezra 9,15) "Y pan de los cielos les darás" ("veléjem mishamáim natatáh lahém").
Visto con precisión, lo dicho por Moshéh al pueblo de Israel es como todo lo que "Ordenó Hashém a Moshéh" ("tsiváh Hashém Et moshéh" = 873). ¿Y qué ordenó Hashém a Mosheh, sino (Reyes2 6,23) "venir EN la tierra de Israel" ("labó beErets israEl")?. Para recibir la parcela prometida, no se viene "a" la tierra de Israel (etapa a que el propio Mosheh está aún por arribar), sino que se viene "en ella", con las cualidades y singularidades de la tierra de Israel grabadas en el corazón, para no desviarnos de su influencia bendita. El derecho a establecernos en la tierra, en cualquier punto de la tierra, está sujeto a que nos constituyamos en aquéllos a quienes la tierra fue prometida en heredad, una unidad consolidada todo Israel, que se conduce como (Shemot-Ex. 19,6) un reino de sacerdotes para todos los pueblos y un pueblo sagrado, luz para las naciones porque cuidamos y expandimos (Bereshít-Gen. 18,19) el camino de Hashém de hacer justicia misericordiosa y juicio justo, implantando y dando ejemplo de caminos de un shalóm que se sustenta en la justicia y el amor.
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